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martes, 27 de marzo de 2012

Bartók • Concerto for Orchestra • Dudamel

La crisis que la industria discográfica mundial vive la sufrió primero el área de lo que podría llamrse música clásica, y en donde las grandes casas especializadas no atinan todavía cómo ponerle una solución. Se pensó que las descargas musicales podrían ser una de las formas de enfrentar el asunto, pero no ha sido así. De hecho, apostar por ellas parece no haber sido una buena solución, ya no digamos para las disqueras, sino incluso para los artistas. La serie DG Concerts de la célebre disquera alemana fue un intento por acercar al público melómano a las salas de concierto a las que por ubicación nacional estaría imposibilitado de acudir.

El mejor ejemplo de ello es esta grabación de 2007, que originalmente solo estaba disponible en descarga mediante pago previo. Así, la disquera del sello amarillo pensó que se ahorrarían todo el irigote de fabricar el CD físico, imprimir un booklet y contraportada, y poner todo en un estuche de plástico y después distribuirlo en las miles de tiendas alrededor del mundo. Pero el ahorro no fue tal, porque la grabación muy pronto apareció en páginas para descarga gratuita, como esta misma, que lo publicó en septiembre de 2008 bajo el lema ¿para qué pagar si lo puedes tener gratis? Y en efecto, la calidad de la descarga era realmente pobre, 128 kbps, con lo que su posible calidad se perdía, como efectivamente sucedió. El aspecto adicional es que el chiste de un concierto es poder verlo, y no sólo oírlo; además, por lo general, tanto los propios músicos como el público en general no están acostumbrados a este tipo de registros musicales, más comunes en el mundo del rock y el jazz, donde los fans quieren tener todas las grabaciones posibles de sus héroes musicales. Y si además, como aquí sucede, nos enfrentamos a una versión de concierto poco inspirada, sin casi nada de imaginación, pese a la emoción que uno siente manifiesta el público asistente, el resultado es bastante decepcionante. Es natural que esta grabación no haya salido en CD físico, pero ella misma atenta contra su futuro como testimonio de las posibilidades del director. Pero, no me crean, mejor escúchenla, y decidan por ustedes mismos.

miércoles, 1 de febrero de 2012

Bartók • Konzert für Orchester · 4 Stücke Op.12 • Boulez, ChSO

Uno de mis compositores de cabecera y predilectos del siglo XX es el húngaro Béla Bartók, cuya música siempre ha sido un enigma para mí pues tal vez lo único que no se le pueda señalar es que esea hermosa o precisamente agradable, pero sin lugar a dudas tiene una fuerza expresiva y una poetancia tal que resulta deslumbrante y avasalladora. Y a lo largo del tiempo ha tenido grandes intérpretes. Uno de los más grandes, por supuesto, fue Herbert von Karajan, aunque yo no lo descubrí por él, sino por Mariss Jansons, cuya versión del Concierto para orquesta me parece insuperable. Y casi del mismo nivel (y esto puede sonar a una suerte de blasfemia) es esta de Pierre Boulez al frente de una de las mejores orquestas estadounidenses, la de Chicago, con quien el querido maestro francés ha grabado no sólo a Bartók, sino también a Stravinsky, Mahler y Debussy, entre otros.

La versión que nos entrega el querido maestro en este registro digital es simplemente impecable, y sin duda la combinación de una de las mejores orquestas del mundo con su siempre notable y precisa dirección es espectacular y deslumbrante desde cualquier perspectiva. Su legado en cuanto a la música del siglo XX en grabaciones de absoluta referencia no tiene comparación. Y su relación con la música Bartók es realmente fantástica y admirable. Como obsequio, les dejo también, el poema que le escribí en marzo de 1992.


ELEGÍA. BÉLA BARTÓK ESCRIBE SU TESTAMENTO

“Quiere llover afuera lo que adentro se oculta.
Nadie llámese a engaño si este templo ha callado,
en otros tiempos negras visiones crecieron
y sombrías melodías sembraron este roble para los elegidos,
los parias del silencio, los que su patria fundan
con la callada música de su eterno dolor,
este que aquí nos nombra.
Que no busque la aguja del Evangelio
quien no haya con su nombre la noche construido
y su innombrable numen de perlas incendiadas.
Quien tenga oídos, alce las manos todas y escuche:
¿No era bella la tierra de nuestras danzas patrias?
¿No era acaso allí donde nació todo este amor,
esta nostalgia pura por todo lo lejano?
Te nombro ahora, Patria, con tardías palabras
y este silencio que es tuyo y mío.
No hay ya palabras para nombrarte, Amada,
no más sonidos que los tuyos otorgados.

De lejos el amor es una luz que a veces guía,
es un ciego deseo de en silencio nombrarte.
Me diste amor y música, la de tu cuerpo extenso,
me diste estas dos manos —otras me enterrarán,
no las tuyas, sin duda—, y este silencio tuyo.
Como amor tú me diste, te doy sólo sonidos,
palabras sigilosas que sólo tú conoces.
Quien sepa oír que escuche este responso tuyo.

Nueva York, 1943”