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jueves, 2 de febrero de 2012

Philip Glass • 3 songs. Songs from Liquid Days • Crouch end festival chorus

Hay obras que suelen ser definitorias para un compositor o intérprete en la medida en que lo visibilizan y lo vuelven una figura de alto impacto entre un público que usualmente suele ser minoritario y especialista o conocedor. Una de esas obras fue el ciclo Songs from liquid days, concebida a mediados de los años ochenta por Philip Glass, por el cual pasó de ser una figura de la vanguardia musical neoyorquina apenas conocida en ciertos círculos de conocedores, a un icono cultural de impacto internacional.

No sólo fue el hecho de tratarse de canciones basadas en textos líricos de iconos de la canción popular estadounidense como Paul Simon, Suzanne Vega (celebérrima en aquellos años), David Byrne (figura celebérrima de la escena underground de aquellos años y líder de la banda de culto Talking Heads), Lauire Anderson (cantante y compositora también de la escena underground neoyorquina de aquellos años), además de la colaboración de Linda Ronstadt y la presencia del entonces emergente y célebre Kronos Quartett. Esta conjunción de figuras de culto y canciones con textos líricos bastante inusuales hicieron posible que Glass se convirtiera en la figura icónica que desde entonces es, y tal impulso ayudó a que el minimalismo, hasta antes de esa época una práctica académica de reducido impacto socio-musical, se volviera una corriente musical dominante, al grado que empezaron a hacerse visibles muchas otra figuras que hacían música minimalista de corte no necesariamente académica, como Wim Mertens, alcanzaran un posicionamiento de mayor envergadura en el mercado discográfico, haciendo incluso que en aquella época de incipiente transición hacia el formato digital, tuvieran ediciones nacionales en vinyl.

Songs from liquid days constituye uno de los momentos más logrados del minimalismo neoyorquino, y fue la confirmación, una vez más, de que lo popular y la supuesta cultura de elite no estaban tan distanciados, y que de hecho siempre ha sido necesario la existencia y alimentación de los géneros vernáculos para dar soporte a la música culta y académica. La versión del Crouch End Festival Chorus de este ciclo, realizada casi quince años después, en arreglo coral es en verdad notable y merece la pena ser escuchado para hallar nuevas sutilezas a uno de los ciclos de cnacniones más notables y exitosos de los últimos treinta años.

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