Los senderos que vinculan la tradición popular con la música académica son engañosos, y a veces incluso peligrosos. Lo que desde una orilla puede parecer sencillo, de fácil dominio si se posee la técnica interpretativa necesaria, puede no serlo a la hora de apropiarse de una tradición que es ajena en sus intenciones y modos expresivos. Y eso es válido en ambos sentidos. Alguna vez un amigo me corregía cuando señalaba que el mejor violinista de la mejor orquesta europea sería incapaz de tocar con la gracia y el virtuosismo natural de un intérprete de sones jarochos, por ejemplo, con lo que de hecho se rompe el paradigma de alta cultura frente a las cultura vernáculas o populares. En los discos anteriores a este me he referido a estos mundos circunvecinos entre los géneros nacidos de una cultura vernácula, como el blues, y cómo en otras regiones ha sido adoptada no como una experiencia vital, sino como un género musical, asequible por la vía del dominio instrumental, como ocurre con no pcoos de los cultores del blues británico. Esta clase de resultados son tan evidentes no sólo en este caso, sino en muchos otros, donde el dominio técnico puede ser asombroso pero la emoción y el espíritu que dio origen a un género son inexistentes: la Orquesta de la luz, conjunto japonés que toca salsa con una técnica envidiable, pero sin la menor emoción ni la pasión de los grupos caribeños que tocan usualmente este género. Los ejemplos podrían multiplicarse a placer.
En el caso que ahora nos toca el resultado es exactamente ese. Un grupo de músicos europeos que se acercan a los géneros populares latinoamericanos desde su propia tradición cultural, sin percatarse que su aproximación produce un ejercicio tan conmovedor como un témpano de hielo que se derrite en el verano. Quizá el error más evidente sea el de elegir a cantantes con formación académica, para quienes el registro lírico popular les es absolutamente desconocido, y creen que pueden impostar la emoción de la misma forma en que lo hacen cuando cantan una aria de ópera barroca, como ocurre con el lamentable ejemplo de Philippe Jaroussky, contratenor que sin duda es muy bueno cuando canta arias de Vivaldi u otros compositores barrocos, pero quien además de cantar canciones que no fueron pensadas para una voz impostada como la suya, ni siquiera entiende lo que está cantando. Su versión de la conmovedora zamba argentina Duerme negrito es del todo inexpresiva, e interpretada aquí como si fuera un andante cantabile vivaldiano. Basta oírla con cualquier cantora argentina, como Mercedes Sosa, por ejemplo, para percatarse que Jaroussky no tiene nada que hacer ante la brillantísima cantante argentina. El sentido de canción de cuna popular se le escapa totalmente a Jaroussky, no menos que a la propia directora del proyecto, Christina Pluhar, quien en las notas del disco hace referencia a los diversos géneros recopilados aquí desde su origen barroco hispano y europeo, es decir, no de forma muy diferente a como Eric Clapton se aproxima al blues: como un género musical al que es posible acercarse por medio del diminio técnico del instrumento, y no como el caudal ebullente de una cultura viva que hay que experimental y vivir.
En ese sentido, el disco es más un platillo para los europeos que descubrirán el folclor latinoamericano a través de los ojos de una europea como ellos, rodeada de europeos que hablan su mismo lenguaje musical, cantando canciones que no entienden más que como formas musicales derivadas de su propia tradición, con lo cual le roban su identidad, porque por más que sean hijos de formas musicales europeas estratificadas, al asimilarse y transformarse en géneros populares cantados en las pampas u otra regiones del continente latinoamericano adquieren su propia vida y su espíritu. La zamba argentina, por ejemplo, no se toca con salterio (que aquí suena como un instrumento para turistas), sino con guitarra y su sonido es más potente que la chirriagua que la Pluhar y sus músicos ofrecen. Quizá el yerro más lamentable sea la confusión entre auténtica música popular, salida del pueblo, generalmente para bailar, como el joropo o la zamba, y la inclusión de una canción que se ha vuelto popular en el sentido moderno y comercial de la palabra, como Bésame mucho, un bolero que le ha dado la vuelta al mundo pero que dista mucho de ser una pieza popular como casi todas las demás del disco, con la excepción de Los pájaros perdidos de Astor Piazzola.
La mayoría de las piezas son interpretadas de forma más o menos similar: ritmos perfectamente cuadrados, voces bien entonadas (escúchense todas las participaciones de Jaroussky, quien no tiene la menor idea de los estropicios que le da a cada canción al cantarlas como arias de alguna ópera barroca), pero carentes de cualquier emoción, pues resulta evidente que los cantantes no hablan español (escúchese el "carramba" en La cocorroba, o "el calorr de la tierra" en La zamba del chaguanco, por sólo mencionar un par de varios ejemplos lamentables), introducen elementos culturales ajenos a las piezas, como en la versión instrumental de Alma llanera, tocada casi como un jazz con toques jarochos tanto en el arpa y el cuatro, la presencia casi abusiva del salterio en casi todas las piezas.
El texto de presentación del disco, escrito por Christina Pluhar, y aquí me disculpo con los fans, y por mi comentario casi sociológico, es un insulto a las culturas latinoamericanas y a las tradiciones populares, y es un ejemplo, tal vez inadvertido por su autora, de imposición de valores occidentales a tradiciones populares que han adquirido su pleno derecho a existir, ya sin referencia a su origen europeo, pese a provenir de este. Al referir estas tradiciones a un origen continental allende el océano, se les niega su derecho a ser y a su propia identidad, pues si son hijas bastardas europeas, deben ser tocadas como tales, y así negarle su carácter auténticamente latinoamericano. Indudablemente estamos ante un ejemplo de reflexión cultural colonialista que no se cuestiona siquiera si exista otra forma de acercarse a esta culturas autóctonas. Para la Pluhar no hay diferencia entre el carácter popular de estas canciones y el carácter popular de las registradas en su disco sobre Taranto que dio origen a la tarantella. Y al no haber diferencia, estas piezas son europeas, sólo que de aquel lado del charco.
Y confieso que después de un rato, ¡ya estoy hasta la madre de los pinches salterios! Y por otro lado, ¿de qué manuscrito apócrifo sacó la Pluhar que una pieza como Pajarillo verde incluye un cornetto y maracas? Ah, y que alguien le preste un mapamundi a la Pluhar para que vea que México no se encuentra en Sudamérica... Y si empiezan a rascarle, especialmente los amigos de Sudamérica, no sólo compartirán mi molestia, a lo mejor llegan más lejos. Y habrá quienes se sientan halagados de ser tratados como europeos, aunque sean europeos de segunda o tercera. Sólo comparen la versión de Duerme negrito interpretada por Mercedes Sosa con la que aquí canta Philippe Jaroussky para percatarse que ningún europeo o franchute con voz tipluda puede cantar mejor lo que nación de aquellas regiones, y que la emoción y delicadeza de la canción original no puede suplirse con meras maromentas operáticas; o como decimos en México: zapatero a tus zapatos.
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ResponderEliminarUna pequeña corrección: Duerme negrito no es una zamba, no sé qué ritmo es, pero no es zamba ni canción oriunda de mi país. En Argentina es muy conocida, fue introducida por Atahualpa Yupanqui hace décadas y luego interpretada y grabada por muchos artistas. Atahualpa contaba que se trata de una canción anónima que él escuchó en la zona limítrofe de Colombia y Venezuela ... Mejor dejo que se lo cuente él mismo:
ResponderEliminarhttp://www.youtube.com/watch?feature=player_embedded&v=0Jo5mBZZGqU#t=0s
Saludos y gracias por todo.
Gracias por la aclaración. Sólo señalaba lo que el disco señala de esta canción o del género que le atribuyen. Un ejemplo más de que desde Europa hablen sin pleno conocimiento. Como sea, la versión del propio Atahualpa y la de Mercedes Sosa es infinitamente mejor.
ResponderEliminarEstimado Juan Manuel: Sólo creí necesario dejar bien en claro que no corresponde a mi pueblo el mérito de haber creado tan hermosa canción. El error de atribuírnosla es común, pero coincido con usted en que los productores del CD deberían haber actuado con un poco más de cuidado, por no decir seriedad.
ResponderEliminarEl CD trae otra hermosa canción, esta vez sí zamba y argentina, que es la Zamba para no morir, aunque su belleza es imposible de apreciar en esta versión, que la destroza sin piedad. La de Mercedes Sosa es excelente.
¡Y a ver cuándo nos recomienda u obsequia música mexicana!
Un abrazo
Carlos
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