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lunes, 30 de julio de 2012

Hans Huber • Symphonies 1 & 7

Hans Huber (1852-1921) es una de esas extrañas figuras musicales que por no haber nacido en un país culturalmente dominante ha pasado casi totalmente desapercibido para los melómanos del resto del mundo occidental. Originario de Suiza, nacido en Eppenberg-Wöschnau, en el cantón de Solothurn, hijo de un músico aficionado, se formó en el conservatorio de Leipzig, en donde uno de sus maestros fue Oscar Paul, quien en 1866 adquirió fama internacional debido a su estudio Die absolute harmonik der Griechen. Entre sus alumnos se cuentan Felix Weingartner, Leoš Janáček, Otto Schweizer y el propio Huber. Otro de sus maestros fue Carl Reinecke. Escribió ocho sinfonías, cinco óperas, así como innumerables conciertos, y murió en Locarno, el mismo año en que murió Saint-Säens. No es exagerado señalar que su música no es estrictamente original, y en ella es posible hallar algunos ecos lejanos de Mendelssohn, Brahms y Bruckner, pero también está el hecho de que la originalidad absoluta no es un requisito para que un producto musical sea perfectamente deleitable, y su música lo es.

Su Primera sinfonía, Tellsinfonie, escrita en 1822, tiene como telón de fondo la leyenda de Guillermo Tell y su lucha contra los invasores austriacos, y sólo tangencialemnte se le podría considerar una obra programática. En esta obra se pueden detectar ligeras influencias del temprano Mahler, Dvorak, Smetana y un poco del Brahms de la Tercera sinfonía. Su Séptima sinfonía, Suiza, tiene más un sentido nacionalista aunque no lo parezca realmente, y aquí las influencias si bien parecen remitir un poco a Mahler nuevamente y a Nielsen, la verdadera influencia es el compositor noruego Hakon Børresen y su notable Segunda sinfonía. La habilidad de Huber es realmente notable, más allá de posibles influencias o herencias románticas, y su sentido melódico fluye con tal tino y brillantez, que antes de percatarse ya uno acabó de escuchar ambas obras, con el deseo de volver a escucharlas con más atención. Se trata de uno de los rescates musicales más relevantes del romanticismo musical europeo, del que podría considerarse como el más importante compositor suizo, al que vale la pena escuchar con atención, ya que es casi imposible escuchar su música en vivo en alguna sala de conciertos en América Latina.

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