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jueves, 19 de enero de 2012

La $OPA es la antesala del fascismo

El cierre de la popular página de almacenamiento de archivos on line Megaupload por parte de autoridades federales de Estados Unidos es el resultado de uno de los desarrollos más ominosos del capitalismo en su fase superior llamada imperialismo. En esta fase de su desarrollo, el capitalismo empieza a atentar contra sí mismo en su afán desmesurado e incontrolado por mantener el control del capital económico, pensando que concentrando los recursos en un pequeño círculo de poder podrá mantener su hegemonía. No debería de sorprender que en un momento en que el conservadurismo se vuelve más intolerante que nunca, al grado de suponer que cualquier medida en beneficio del individuo de a pie sea una medida ten
diente a instalar el comunismo, se persiga a proveedores de servicios de almacenamiento por contravenir la legislación estadounidense. Pero más que hacer una defensa de los derechos civiles, de la libertad de expresión a la que se refieren muchos detractores de la SOPA/Stop Online Piracy Act y de su hermana menor la PIPA/Protect IP Act, me gustaría señalar un aspecto más ominoso que se oculta detrás de estas iniciativas.

Me parece que el verdadero agente del horror detrás de estas legislaciones no es otro sino el reducir cada día más los derechos de las personas (cualesquiera que estos seasn y como se les quiera llamar) en beneficio de ese horror jurídico que hace que las empresas se llamen personas morales, y que sus "derechos" sean más importantes que la de los individuos, las personas físicas. Se trata de la pesadilla del Gran hermano en su versión posmoderna, aquél que no sólo vigila y castiga (Fooucault) sino que busca establecer un regimen cercano al fascismo, donde los derechos del individuo se colectivicen a fin de reducirlos al máximo. Es el mundo ideal empresarial que viene en letra chica en la parte trasera de los discos y CD, en donde el comprador de un disco nunca es realmente el dueño de éste, sin importar cuánto haya pagado, y donde su derecho a compartirlo o presatrlo es nulo, y la autoridad de la industria disquera (es decir el mundo empresarial) sustituye a la ley hecha por los hombres para regular las relaciones entre individuos. Ni siquiera la industria del automóvil tiene la pretensión de que sólo el comprador sea el único usuario del vehículo, y el fabricante siga siendo en los hechos su único y último dueño, anulando así todo derecho de quien lo compra. La comparación puede parecer exagerada o fuera de lugar pero es sugerente.

Porque detrás de esta supuesta protección de derechos de autor lo que en realidad se encuentra es el advenimiento de una oscura edad de decadencia de la humanidad, por exagerado que parezca. La pérdida de la frontera entre el mundo de lo público y lo privado que encarna esta ley significa en última instancia la muerte del Estado-nación, la polis griega sobre la cual se construyó todo el llamado mundo civilizado. Es el Estado (der Stadt) al servicio no de la Ley que mantiene el equilibrio entre el mundo doméstico y el mundo cívico (Hegel), sino ante un agente cuyos intereses se encuentran en el mundo de la especulación, y no precisamente de lo imaginario, pero cuya acción misma disuelve los lazos que permiten la acción de lo privado frente a lo público, instaurándose no como un garante que permite el equilibrio entre fuerzas de diversa magnitud en pugna frente a las cuales el Estado debe proceder, sino como lo que es, un agente de la destrucción y del interés mezquino y calculador.

La pesadilla del Estado totalitario parece llegar por donde menos lo esperaban quienes siempre le han temido al comunismo; pero esto es natural cuando las esferas de lo público y lo privado desaparecen en aras de un derecho inexistente, que vulnera en los hechos eso que podría llamarse leyes de la naturaleza: esas a través de las cuales Newton fundó nuestra comprensión de lo que es posible y lo que no: los límites en los que se mueve la acción humana y sus esfuerzos de dominio y posesión, y que la especulación económica, fundadora de la crisis económica de nuestra época simplemente ignora.

Todo esto, claro, en el caso más extremo. En el menos, se trata de una medida hipócrita, no muy distinta a la de la prohibición en los años treinta en Chicago, y sólo habrá que esperar a que el delirio y su fiebre absurda concluyan para ver cuáles resultados (los podemos anticipar, por supuesto) arroja.

Ah, se me olvidaba, por el cierre de Megaupload todas las películas expresionistas y videos de conciertos, así como centenares de discos que compartí con ustedes se han perdido irremediablemente, a menos que el servicio que este almacenador on line regrese a la vida. Por lo pronto, ignoren todos los archivos que estén en este servidor, y si desean que los vuelva a subir, tendrán que esperar a que los reponga, lo cual em tomará algo de tiempo. Por su comprensión, gracias.

2 comentarios:

  1. Gracias a ti, José Manuel. También por esta magnífica entrada que comparto absolutamente.
    Un abrazo

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  2. que garron ! imagino todo lo que tenias ahi ,esperemos que sea solo una medida hipocrita y no un atentado a la libertad de cada uno ,saludos y muy buena la apreciacion que haces.

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